Dos hechos emblemáticos marcaron el término de la “guerra
fría en el año 1989: la caída del muro de
Berlín y el desplome de la Unión Soviética. Fueron dos acontecimientos inesperados
y espectaculares. El muro de Berlín no era solamente una
enorme pared de concreto levantada en 1961 por el gobierno marxista de la
República Democrática Alemana, que partía en dos a una ciudad y que encerraba
a diecisiete millones de alemanes, sino también el símbolo de la intransigente
hostilidad entre dos sistemas filosófico-políticos. Y el colapso de la Unión
Soviética, acompañado de la desintegración del bloque de países marxistas
alineados bajo su poder, fue la caída de uno de los grandes imperios que ha
conocido la historia.
Estos hechos, que ocurrieron en un lapso extremadamente
corto, dieron a luz un nuevo orden político y económico internacional dominado
por la superpotencia triunfadora de la guerra fría. La bipolaridad dio paso a
la unipolaridad. Se produjeron importantes logros en el campo del desarme
nuclear de alcance medio y corto. Terminó la confrontación armada. De las dos
grandes alianzas militares contendientes, la una fue desmantelada y la otra
hizo una conversión fundamental. Disuelto el Pacto de Varsovia, sus miembros
recobraron su plena independencia. La Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN), en cambio, hizo un gran viraje. Y ocurrió lo impensable: la
alianza atlántica abrió sus puertas para el ingreso de los países que habían
formado parte de la alianza enemiga.
Hubo otro hecho importante en el curso de la terminación de
la guerra fría: fue la masacre de Tiananmen, con la que se cerró en China un
proceso de protestas populares que estalló en Pekín el 15 de abril de 1989.
Fueron grandes manifestaciones callejeras —lideradas por estudiantes universitarios
y trabajadores— que gritaron a favor de la libertad de expresión y de la
implantación de un gobierno democrático en la República Popular de China. Ellas
se prolongaron por varias semanas y tuvieron resonancias en numerosas ciudades
chinas —incluidas Shanghai, Urumqi y Chongqin—, por cuyas calles y plazas
marcharon centenares de miles de manifestantes disconformes con el régimen
autoritario impuesto por el Partido Comunista.
EL MUNDO UNIPOLAR. Con la disipación del conflicto Este-Oeste
se puso evidencia la contradicción norte-sur, que va camino de agudizarse bajo
el esquema unipolar de poder mundial. Con la desaparición de la amenaza
“comunista” la potencia dominante carece hoy de los estímulos que ayer le
indujeron a “ayudar” a los países del tercer
mundo para que no cayeran en las garras de Moscú. Esto es muy grave. Y, en
general, es también inconveniente para el planeta la presencia de una sola
superpotencia dominante, que carece de un balance internacional de poder.
El mundo unipolar trajo una primera consecuencia de
dimensión planetaria: la poderosa onda expansiva del neoliberalismo, con su
Estado desertor, la derechización política de las cúpulas dirigentes, la globalización de las economías, la privatización
indiscriminada de los bienes y activos públicos, la llamada “desregulación”, el
sometimiento de la economía a las fuerzas del mercado y otras propuestas de
esta índole. Con ellas advino una suerte de darwinismo económico que proclama
la supervivencia del más apto en muchos lugares del planeta. Han renacido
políticas de proteccionismo comercial en los países industriales con graves
quebrantos para el mundo subdesarrollado. La agudizada dinámica de la
acumulación del poder y de la riqueza causa estragos a la población pobre del
planeta y las teorías económicas del “derrame” o del “goteo” en beneficio de
los sectores desafortunados no han funcionado, como creían los ilusos o los
interesados, ni pueden funcionar. La depresión económica tiene efectos sociales
devastadores. La violencia sigue su curso. Se impone la ley del más fuerte. En
fin, van en proceso de desvanecimiento las ilusiones que alentó la humanidad a
partir de la conclusión de la guerra fría y dan ganas de gritar, al estilo de
Madame Roland: ¡muro de Berlín, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!
En la era digital el imperialismo es, en última instancia,
el dominio de la ciencia y la tecnología. Se equivocan quienes piensan que el
imperialismo es sólo fuerza física. Esa es una percepción reductora. El
imperialismo es, sobre todo, manejo de la ciencia y la tecnología con fines de
dominación internacional.
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